El problema no es que haya algo que decir, el problema es que ya está todo dicho. Que no se nos ha escuchado, o si, pero se nos ha silenciado, se nos ha criminalizado y se nos ha culpado de algo tan sumamente peligroso como pensar.
El problema es que, una vez llegados a este punto, no podemos conformarnos con volver a decir las cosas de la misma forma que lo dijimos la primera vez, hay que gritarlas, hay que romper las cadenas y abolir el verdadero problema, que no es nuestra conciencia, ni la lucha contra el sistema opresor, sino este mismo.
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