viernes, 18 de septiembre de 2015

1.489 km

Ni leer ni escribir me sacan del gris emocional en el que me estoy metiendo, pero hay que intentarlo. La paz es momentánea y no se gestionar la guerra interna que me invade casi por segundos.

Me alegro de estar aquí y no tener que llenar mi tiempo con esa gente que dice estar pero que cuando pides ayuda a gritos a 1.489 km de distancia, desaparece. Me siento decepcionada conmigo por no saber gestionar la decepción que siento para con el resto. 

Que irracional, no? Me da lo mismo. En algún sitio tengo que vomitar lo que no vomito por pudor. Y ahora mismo los dedos me rozan campanilla, forzándome a dejar el miedo a un lado. Y que bien, porque lo necesito para limpiarme y escapar de la red inmensa que me atrapa y me hace sentir que la vida sigue pero que la mía ya no es la misma, aunque me esfuerce.



domingo, 6 de septiembre de 2015

Intensidad

Escribo desde la playa, desde el bordecito del mar, bueno, quizá un poco más arriba de donde rompen las olas, no vaya a ser que me moje y me hiele de frío en el país de las nubes.

Este sonido es acogedor, tanto que me da igual estar a miles de kilómetros porque las olas se acercan como si quisiesen decirme algo. Que los procesos acaban, que todo termina dejando una espumita blanca en la orilla y la arena blandita. Que todo se remueve o te remueve.
Que inmenso es el mar y que paz me transmite cuando no estoy dentro.

.
.
.
.
.
.

Está subiendo la marea y el tiempo pasa, pero el sonido de las olas me atrapa en una paz indescriptible. Están llenas de vida y de reflejos en la superficie.