Me levanto a media noche llorando y empapada en sudor por el subconsciente que me evoca momentos que espero no vivir jamás.
El miedo a un duelo que no sabría como gestionar sólo me lleva a pensar que hay que aprovechar el momento porque nada es eterno (aunque ojalá sí lo fuera).
La tranquilidad del despertar y ver que nada ha ocurrido de verdad y desayunar tostadas sin tostar mientras hablamos del día de ayer.
La paz que da compartir con quién quieres y querer a las personas con las que compartes. La estabilidad y seguridad que da sentirse querida y cuidada.
Y por otro lado, el miedo a lo que no quieres que venga nunca. "Hay que ver lo hipocondriaca que eres para algunas cosas, hija."
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