lunes, 20 de octubre de 2014

Amor o amor.

Nos hablan de amor todos los días, a todas horas, en todas partes, de forma explicita o subliminalmente. Nos hacen creer que es un sentimiento permanente, estable, que no duele, o si, pero que si duele es bueno y que ese dolor llevará a una felicidad plena, o algo así.
Nos imponen cuantas y que tipo de personas nos deben gustar, como debemos actuar, como debemos sentirnos. De hecho nos lo imponen tanto, que nos lo terminamos creyendo, o no, pero terminamos interiorizandolo, terminamos reproduciendo todo aquello que nos enseñaron que había que reproducir, para demostrar ese amor que no es amor. Interiorizamos tanto estas emociones que terminan convirtiendose en emociones.

Y entonces abrimos los ojos, o lo intentamos, y nos damos cuenta de que no queremos un amor impuesto con nombres y apellidos, con género y numero que caracterice a las personas con las que queremos compartir emociones, de las buenas, de las no impuestas, de las que salen de dentro. Y nos damos cuenta de que esas ganas de crecer y sentir por las demás personas y por nosotras mismas se ven cohibidas por toda una bazofia de emociones impuestas, y nos volvemos un poco "locas", pero más tarde o más temprano recuperamos la cordura y decidimos dejar de ser para empezar a ser. Y nos autocriticamos, nos corregimos, nos gestionamos, nos intentamos limpiar los sentimientos de culpabilidad, de competitividad, de odio, de celos, de envidias...


Y ahora hablo en primera persona, me "introspecciono" y digo que, ya hemos sentido suficiente las cadenas del patriarcado como para saber que no quiero pintarlas de morado, sino destruirlas y hacerlas pedazos.

He sentido lo suficiente como para saber que lo que he vivido hasta ahora ha sido un progreso del amor a amor. Y me da rabia haberme dado cuenta tan tarde, pero me hace inmensamente feliz sentirme libre de muchas de esas cadenas que antes ni sentía aunque me apretasen fuerte.

Audiovisual

No hay comentarios:

Publicar un comentario