Llegamos y me abrió la cama de debajo de la suya. Me quité los pantalones, entonces el me tumbó y se puso encima. Empezó a penetrarme. Yo no quería, pero no se lo dije. Tampoco le dije que si, simplemente me quedé en silencio y me dejé.
Una y otra y otra vez. Mirando al techo, pensando que no quería hacerlo, pero sin que me saliesen palabras para decirle que se quitase. Solo quería que acabase rápido.
Una y otra y otra vez. Mirando al techo, pensando que no quería hacerlo, pero sin que me saliesen palabras para decirle que se quitase. Solo quería que acabase rápido.
.
.
.
Gemía sin mirarme.
.
.
.
.
.
.
Seguía.
.
.
.
.
Se me hacia eterno.
.
.
.
.
.
Por fin se corrió y se durmió. Yo me quedé pensando en todo lo que había pasado, sintiéndome mal pero sin saber por que.
Después de 3 años y con la ayuda de ellas le doy nombre a esto, lo clasifico, lo defino y lo sigo repudiando, pero ahora sin culparme por no haber dicho que NO, porque mi silencio nunca fue un SI, sin culpa por no haber querido volver a ver a aquel amigo porque me daba (y me da) asco y no sabia como decírselo. Sin culpa de nada porque la culpa es de quien no te tiene en cuenta. Y con rabia por saber que esto pasa todos los días y que nos ha pasado a casi todas nosotras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario