martes, 18 de noviembre de 2014

Autodefensa coartada

Me coloco en las escaleras mecánicas que bajan al metro y me quedo quieta, a la derecha, como siempre. No hay nadie al rededor, ni mas abajo, ni más arriba.
De pronto oigo ruido a mis espaldas, y me asusto, me quito uno de los auriculares y me doy la vuelta. Baja un hombre por mi izquierda, me mira, y cuando llega a mi, se para, me bloquea el paso y me empieza a rozar el cuerpo. Su mano izquierda apretando mi coño por encima del pantalón y su mano derecha sujetándome el brazo izquierdo, con fuerza. Me toca, se acerca, me gime. Y yo, a solo una patada de acabar con todo esto, me quedo inmóvil, quieta, paralizada. Pero no por no saber como pegarle, sino porque en mi cabeza estoy pensando que si lo hago puede que el caiga mal, que se rompa algo o que incluso, se mate. Y pienso que si esto pasase los problemas judiciales los tendría yo por defenderme ante su agresión. Entonces priorizo su vida a la mía, como nos han enseñado. 

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