miércoles, 6 de enero de 2016

Andrea

Ella es uno de esos ángeles
que empeña sus alas
para poder bajar al mundo real cada día
para que no olvidemos que la magia existe.

Pasea pensando que nadie la mira,
se sonroja cuando alguien le dice a ella
todo lo que ella dice a otros,
dice que no sabe llorar,
tiembla cuando el amor la sacude,
cree que en sus ojos solo caben despedidas
y no personas,
quiere hasta que se desgasta
y cree en todo lo que no existe.

Pero yo he sorprendido
a Madrid dándose la vuelta para aplaudirle;
he leído a más de un poema
escribir sobre su forma de acariciarse el pelo
y hablar en susurros;
he visto al cielo llover por ella
-y para ella-
cada vez que ha necesitado llorar,
he mirado a su pecho explotar como un volcán
y sobrevivir,
a pesar de los temblores;
he mirado cómo a pesar de todos los adioses
que cargan sus manos,
y que le pesan,
le pesan tanto como una semana llena de lunes,
jamás agacha la cabeza,
porque le puede más su ventrículo izquierda
que el lastre de las ausencias;
la he visto recomponerse
con sus propias manos,
como quien hace un castillo de arena
de sus heridas
para que solo vuelvan cuando suba la marea
pero para que siempre se marchen de nuevo;
y también he sido testigo
de cómo todo se volvía cierto y real en su boca,
que es imposible no creerla,
que si ella te dice que el amor sí existe,
tu abres tu corazón sin dudarlo,
y ya está,
que no hay imposibles cuando ella los dice.

A veces la miras
y no sabes si te ves a ti con cinco años
jugando en el parque,
montando a lomos de un caballo imaginario,
esperando a los Reyes Magos con los ojos como platos,
saltando sobre todos los charcos,
hasta sobre los que no existen,
sonriendo de medio lado
guardando entre su pelo
varios metros de cuentos
de esos que en vez de dormirte
te mantienen despierta toda la noche.

Otras veces
la observas y ves tu parte valiente,
la que resiste igual de viva
en un desierto que en una inundación,
la que espera sin despertar,
la que cree y no se rinde
-porque ella todas las batallas
las resuelve a besos,
y así no pierde nunca-,
la que quiere
mirando a los ojos
y siempre,
siempre está ahí.

Si la vierais,
si la conocierais,
entenderíais de qué hablo.

Cómo decirlo:
imagina la vida como si fuera un pilla-pilla
contra los rivales del otro equipo del colegio
Pues ella es casa.


-Elvira Sastre-

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